Dicen los tipógrafos que, hasta 1950, si uno caía en paracaídas en cualquier parte de Europa, podía saber perfectamente en dónde estaba con sólo ver el primer cartel: no por lo que decía sino por la letra. Mientras en Francia abogaban por el firulete modernista como el la casi más archiconocida y famosa boca de metro parisina de “Metropolitain”, en Alemania les iba la gótica: “Piensa alemán, habla alemán, siéntete alemán, sé alemán incluso en tu escritura”.

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Los ingleses y su consistente Baskerville (dicen que su autor homónimo, fue la inspiración de Sir Arthur Conan Doyle para escribir una de sus novelas más famosas: “El sabueso de los Baskerville”) de serif anguloso, palos redondeados y caracteres más regulares la hacían una de las preferidas para las publicaciones por su gran legilibilidad. Giambattista Bodoni crea poco después, como no, su también tipografía homónima, la Bodoni, que tiene una clarísima influencia de la Baskerville.

Tras esta brevísima introducción, en este post nos vamos a centrar en la Helvética. Su nombre ya define su origen, y el de su etimología:

En su definición de la RAE: «1. adj. Natural de Helvecia, hoy Suiza, país de Europa». 

Y es que fueron los suizos allá por 1957, los artífices de esta tipografía que nació como una actualización de la Akzidenz Grotesk; unas de las tipografías más populares entre los diseñadores helvéticos de principios de los 50. Fue diseñada conjuntamente por Miedinger y Hoffman, director ejecutivo de la fundición tipográfica Haas cercana a la ciudad de Basilea. Éstos, se dieron cuenta de la gran demanda que suponía el palo seco y decidieron actualizar y modernizar la Akzidenz, relegando al pasado las tipografías con remates y firuletes típicos del Art Noveau que inundó la Europa de principios del XX por considerarlos redundantes e historicistas.

Helvetica

Helvetica

El movimiento de New Typographers de los 30, abrazó la reaparición de las familias grotescas añejas, que eran sumamente especiales para la impresión comercial, y rechazaron con ahínco en aquel entonces, tipografías como la Futura.

Hoffman se puso en contacto con Miedinger para encomendarle la tarea de rediseño de la Akzidenz, y el resultado final fue la Neue Haas Grotesk, que, tiempo después se renombraría como Helvética. Un tipo llamado Josef Müller-Brockman, que coeditaba la revista  Neue Grafik diseñó el primer catálogo tipografíco; unas hojas sueltas impresas en negro y rojo con muestras de la Neue Haas Grotesk con ejemplos de tamaños, . Este folleto tuvo tal éxito  entre los clientes, que la casa recibió cientos de pedidos pidiendo presupuesto. Poco tiempo después, tras rebautizarla como Helvética se crea un gran catálogo encuadernado en espiral.

Helvética tiene casi 60 años, se conserva mejor que nunca, y sigue estando de moda; ¡Hasta le han hecho una película!